domingo, 20 de febrero de 2011

Recupero una entrada de mi blog: Quince meses de obsesión


Hace quince meses, exactamente en agosto de 2009, decidí escribir una novela sobre la memoria de una familia burguesa. Comencé a leer. Biografías y memorias, al principio. Epistolarios, artículos, alguna que otra novela (pocas: leo pocas novelas cuando escribo una novela). Me sumergí, literalmente, en algunas hemerotecas reales y otras virtuales. Escribí y escribí.
Luego, como siempre ocurre, la novela se encalló. Cambié el narrador. Fue la primera de las dos veces que lo hice (un horror). La di por perdida definitivamente el día de mi cumpleaños de este año, exactamente el día en que cumplía 40. Anuncié a mis cuatro lectores de confianza: "He tirado la novela a la basura". Los cuatro se enfadaron, cada uno a su modo, pero los cuatro quisieron leerla. Deni dijo: "Estos personajes parecen amebas. Haz que les ocurran más cosas y salvarás la novela". Francesc dijo: "Lo más interesante son los recursos A y B. Explótalos más y salvarás la novela". Sandra dijo: "Me dan ganas de saber más. Termínala". Ángeles dijo: "Los personajes son seres humanos. Quiero conocerles."
Así que la resucité y la reescribí de cabo a rabo. Hubo un momento en que tenía cuatro versiones (numeradas del 1 al 4), y no sabía cuál era la buena. Maté personajes, nacieron otros, le cambié la vida entera a la protagonista (le puse un amante, se lo quité, la hice soltera, casada, malcasada, estéril, con hijos...), eliminé más de 120 páginas... Luego llegó el verano y me fui al lago de Como, en el norte de Italia.
Allí, mirando las montañas, todo cobró sentido. A mi lado estaba Ángeles, y eso nunca es un detalle que deba ocultarse. Ángeles inspira. Tanto como el lago de Como o más.



Desde el 25 de agosto escribí compulsivamente. Llegué al número de páginas que había previsto (300) pero la historia necesitaba algunas más para cerrarse. Seguí adelante. En los últimos meses, desperté casi cada noche urgida por apuntar escenas, diálogos, nombres, pequeños y grandes detalles. Algunas noches más de tres veces. Pura obsesión. Luego pasé más de tres meses "terminando la novela".
Y de pronto, un día de noviembre a las 13:54, la novela se terminó. Escribí la última frase, que tiene 12 líneas, seguida del punto final. Luego hice constar (como suelo): "Esta novela se escribió en Mataró, Madrid, Turégano y Como entre abril de 2009 y noviembre de 2010". Un segundo después, me daba lástima haber terminado la novela. ¿Cómo voy a vivir sin ellos? ¿Sin Amadeo, sin Rodolfo, sin Violeta, sin Teresa, sin Concha...?
Me quedaba aún la corrección -temible- y la larga y hermosa etapa de edición, mano a mano con Miriam, mi editora. Pero ellos, mis personajes, ya se habían desgajado de mí. Ya sé que no hay quien me entienda, pero les eché enseguida de menos.
Luego comencé a sentirme feliz de haber terminado una historia que, a decir de uno de esos lectores en quien tanto confío, a día de hoy es lo mejor que he escrito nunca. Ahora lo que más deseo es que llegue a otras manos y haga reír, emocione, permita disfrutar a otros. Ya será muy, muy pronto y este lugar, el primero donde dé cuenta de todo ello.

* Las imágenes: en el lago de Como.

1 comentario:

  1. Recupero mi comentario de entonces...
    "Rebeca dijo...
    Enhorabuena!
    Siempre hay que sacar lo que uno lleva dentro, aunque a ratitos se piense que no servirá de nada...
    Sino la hubieses terminado, dentro de ti siempre quedaría algo sin cerrar, mortificándote...
    Ahora que ya se acabó sólo queda disfrutar...
    Un saludo."

    Y sigo pensando lo mismo, hay que sacar las cosas hacia afuera, vaciar nuestra mente, y crear.
    Aunque extrañes a tus personajes, van a formar parte de tu vida siempre...son tuyos, tú los has creado, y en el fondo de tu corazón, y en el de tus lectores, esos personajes no morirán NUNCA!

    Ahora simplemente DISFRUTA!!!

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